Wednesday, September 21, 2005

Capítulo XXI: PPP en Ciudad del Este

Brusco vuelco.

Se levantó temprano de la cama inmunda, desechando de plano el inmundo acolchado. Atinó a ser un despertar alegre, pero la imagen que se filtraba por la ventana, lo dejó aún mas amodorrado que de costumbre….estaba muy nublado . Eso lo condujo en un camino recto al mal-humor
Desayunó frugalmente (ahí se copia mucho lo que se mastica en Brasil, a esa hora). Como siempre, cuidando su hígado.
“Coma bien, Tito”, le decía a modo de consejo su abuela Pocha. Y el nunca dejó de obedecerla. Ni aún después de la metamorfosis.
Luego danzó con la afeitadora, se bañó, usó el acostumbrado perfume Rive Gauche y se alistó para viajar a Ciudad del Este, en el mismo bus que los mercenarios.
Casi al salir, una última mirada en el espejo lo hizo pensar: “Mejor hubiera sido ir a la barbería, carajo. Que mal rasurado estoy.”
No eran muchas horas de viaje, pero aún así eligió viajar cómodo. Un jogging, un buzo, una campera de jean. Nada llamativo. Como detalle, la boina y una cámara de fotos colgada del cuello, como uno más de los miles de turistas que llegaban a Ciudad del Este en plan de “Tour de Compras”.
Casi se alegró cuando abandonó ese hotel pedorro. Pasó por delante de una dantesca confitería anexa al hotel, donde una señora algo entrada en años y tara, se empeñaba en usar un rizador descompuesto. Y un rati cabezón como un toro, con una ridícula chaqueta de tweed, bebía contreau con soda y fumaba un tabaco extraño que salía de un recipiente símil plata.

Pasó caminando por delante de la plaza de los 3 héroes, donde una plaqueta rezaba la existencia de aquellos mártires, y notó que una pequeña grieta daba fe del tiempo que llevaba allí, habiendo sido leída por casi todos.

Dos calles más abajo, la terminal de autobús.
Seguro de no ser conocido por ninguno de los pasajeros, esperó pacientemente el horario de salida de su bus, sentado en un banco provisto para tal menester, y deleitándose al ver a una mujer con cara de turra, que se entregaba con fruición y casi me atrevería a decir, con cierto fanatismo, en sacarle lustre a una vereda ya sin brillo desde siempre, con una escoba ya entrada en el acabóse de funciones. Y todo esto, al ritmo de una música extraña, llena de adornos de percusión extraños….todo, muy extraño. Pero lo delitaba. Una extraña colisión de un fatuo ”deja-vu” y un perpetuo sentimiento de extrañeza.
Curiosas son las cosas que, siendo únicas, producen variados efectos en quienes las perciben.

Llegó la hora. Todos arriba, comienza la marcha. 170 km, cruzando el país de oeste, a este. Atravesando como una daga veloz y sin detenerse, casi calcando la bisectriz de los relieves laterales, los hermosos poblados de Caacupé, donde la esmeralda es la piedra mas explotada; y Coronel Oviedo, un anillo de casas pobres, pero demasiado pintorescas. Las dos, inmersas en el inhóspito paisaje del Paraguay Central.

Carlos Espinosa está sentado solo 3 filas de asientos más delante de nuestro amigo.
De cualquier manera, eso no importa , es un detalle si importancia.
“No es relevante vigilarlo ahora, nos bajaremos en el mismo lugar”

Tres horas después de ese pensamiento, arribaron a la terminal de autobuses de Ciudad del Este….

Ah, Ciudad del Este. Que melange de culturas, creencias, eje político confuso con pocos parangones en el mundo. Los que han viajado dicen que sólo es comparable con Hong Kong, El Mercado Sel-D´aarí de Calcuta y Tijuana, México.
No saben nada. Les aseguro que no hay nada como CdE.
Una marea humana sin ganas de frenar trajín, comercialmente envenenada por drogas, artículos de dudosa calidad e incomprobable procedencia, tráfico humano, explotación de menores, compra-venta de órganos, mercenarios , servicios secretos ,militares de cuatro naciones..y un promedio de cuarenta mil turistas por día arrasando con dólares, pesos, reales y guaraníes todo lo que esté a la venta, que es, justamente…todo.
Doscientas cincuenta mil almas, intentando sobrevivir donde eso, es una cuasi utopía.

Imagínense eso..un segundo.

Ahora démosle un marco físico: Centro comercial de 6 manzanas de superficie. El resto, más que inhóspito. Los guías de cualquiera de las 3 nacionalidades que pululan por allí, advierten: “Las compras seguras sólo se pueden hacer en el centro comercial, y los únicos shoppings seguros, son el Monalisa, ese de allí, y Casa China, justo enfrente. Si a usted le roban fuera de ese límite, ni la policía cruzará la calle para ayudarlo.”





Como podrán observar, existe un marcado contraste entre las dos imágenes que les regalo.



Las saqué exactamente desde el mismo lugar…. El límite entre lo “civilizado”, donde podemos comprar desde oro hasta réplicas en hierro fundido de algún olvidado cero nevado de autor desconocido…. Y “el más allá” (juro que lo llaman así), donde el temor, el peligro, la muerte y lo desconocido, son moneda corriente.
Personalmente, me animé a entrar al más allá..dos cuadras. Hasta que una mujer de mediana edad, no muy agraciada y con marcada ascendencia guaraní, me dijo, simplemente…”Señor, vuelva al centro, aquí sólo tendrá problemas”

Todo este conjuto, separado de Brasil por un puente, llamado “De la Amistad” de unos 40 metros de largo, sin ningún tipo de control…. Y de Argentina, por un río de no más de 50 metros de ancho, en esa parte. El hito tripartita, un mojón de cemento apachurrado, existe en las 3 orillas, y el agua…. tierra de nadie..

NdA: Las motos que se ven son los "motoristas" taxis que llevan hasta dos pasajeros... o contrabando. El precio es el mismo.

Terminal de buses. Seguimos luego.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home