Tuesday, September 20, 2005

Capitulo XXII. El hotel.



Tito Bustamante descendió del bus de manera ágil y veloz. Si intención era tomar una buena posición para poder vigilar cada uno y todos los movimientos de Carlos Espinosa.Ciudad del Este había amanecido con muchísima humedad, demasiados turistas, y un calor arrasador.

Tres, cuatro zancadas, y, ya detrás de un despacho de frituras, pudo detenerse a observar.Ni las gotas de sudor que rodeaban su rostro hizo que por un instante desviara la mirada de la puerta del bus.Para eso se había entrenado, aunque no recordara cuando, ni cómo.Sólo una vez, en alguna de sus esporádicas entradas en Internet, un contacto , femenino, aparentemente, le preguntó si había sido entrenado en un país de medio oriente.No supo contestar aquello.Tampoco cómo esa colega podía ubicarlo casi instantáneamente.Pero no era lo que ocupaba su mente en estos momentos. Era Carlos Espinosa, y nada más.Al fin, Espinosa desciende detrás de una pareja de jóvenes que reían animosamente, para ellos el calor arrasador, sólo vivía en sus sexos y en sus corazones, a juzgar como se miraban y cómo se besaban.

El objetivo retiró el equipaje, y comenzó una lenta caminata calles arriba, hacia el sector nordeste de la ciudad.Sigilosamente, a unos 60 metros de distancia, Tito calcaba sus pisadas sin dejar de observarlo.
Espinosa se detuvo frente a la fachada del hotel Panorama INN, en la calle Eusebio Ayala esquina Pampliega. Lujoso, por supuesto.Luego de un instante, pasó el pórtico de entrada, y desapareció.Tito esperó un tiempo prudencial para estos casos. Pasados esos escasos 20 minutos, eternidad bajo el sol paraguayo, se dirigió al hall de recepción, solicitó una habitación y subió a dejar su equipaje.Sin mediar pausa, bajó al bar del hotel, desde donde la vista del pórtico de entrada era excelente.Y siguió con la espera infinita. Pero era su trabajo. Y fríamente se dedicó a esperar.

Al cabo de un par de horas, Espinosa bajó de su habitación, entregó la llave en la recepción y salió, espléndidamente vestido, hacia la calle, donde se perdió.

Foto Inédita de Carlos Espinosa
Tomada con cámara ultrasecreta por T.B (Gentileza Criticón)

Tito se incorporó, y fue directamente hacia el mostrador, donde la llave de Carlos descansaba en el box N° 512. Preguntó alguna trivialidad, sonrió, y se retiró a su habitación.Ya sabía dónde dormía Carlos. Habría tiempo para revisar los aposentos, quizás ese mismo día.

Lentamente, fue desnudándose, y llenando el hidromasaje de agua mas que caliente, sales y un poco de espuma. Necesitaba despegar el sudor de su humanidad. Habría tiempo de sobra, y la situación estaba controlada. O esa sensación tenía.El contacto del cuerpo sudoroso con tanta intención de limpieza, fue encantador.La sensación de sumergirse en ese agua que lo abrazaba, lo limpiaba y lo acobijaba, lo puso por un momento en un estado de sopor poco recomendable.No era bueno tanto relajo en esa misión.

Un golpeteo sutil en la puerta lo hizo reaccionar.

-Quién es?
-Room service, señor, contestó un botones desde el exterior.
–Vengo a traerle toallas nuevas.Tito miró su alrededor y vió el armario lleno de toallas nuevas, y otras tantas limpias.
De un salto llegó a la mesa de la estancia, tomó la Glock con la mano derecha , mientras con la izquierda tomaba la perilla de la puerta y decia: “Ya abro”.
Miró por la mirilla, y vió a un botones del otro lado con cara de paciencia.
Soltó la Glock, entreabrió la puerta y dijo: “Tengo mi armario lleno de toallas, no he pedido ninguna”
-Perdón, señor, me han enviado de recepción, pero si usted no las desea, me retiro. Disculpe.

Al cerrar la puerta, Tito meditó en voz alta… “ Si, te disculpo, pero me cagaste el baño, la puta que te parió”
Ya resignado, se tiró desnudo y húmedo sobre la cama King Size, demasiado cómoda para alguien rudo como el.Nuevamente el relajo.
Nuevamente un golpeteo sutil en la puerta.
Nuevamente un “Quién es”
Nuevamente el botones. Pero esta vez, con una botella de champagne, atención del hotel por haber interrumpido su baño.

- Ya te abro, dijo , buscando un toallón para rodearse la cintura y cubrir sus genitales. Aún me pregunto por que no tomó la Glock.
Lo primero que vió al entreabrir la puerta, fue al botones que, con una botella de excelente champagne, lo miraba sonriente desde el pasillo.
Abrió un poco más la puerta, y fue allí donde la secuencia pareció enlentecer el tiempo.
Lentamente, la puerta se le fue contra el rostro, derribándolo hacia atrás.
Antes de tocar de espaldas el suelo, alcanzó a ver como la botella de excelente chapagne lo acompañaba en su caida infinita, y la mano que antes la dejó caer, extraía de manera un tanto veloz que su caida un mágnum 357 que, en una loca carrera, estaba pegada en su sien cuando la nuca rebotó por primera vez en el suelo.

-Quedate quiero, hijo de puta. (El botones no parecía bromear).
Metete en el baño.
Tito obedeció, sabiendo que no estaba en situación de hacerse el héroe , ya había visto la velocidad de reacción del botones, y que clase de arma llevaba.

Hay toda una clasificación de individuos según el arma que se animan a portar.El, con su Glock, era sofisticado en sus métodos.Aquel, con una .357 empavonada en níquel, era simplemente una bestia mercenaria sin piedad. Ni criterio. Ni culpa.

Entró al baño y escuchó como lo encerraban desde fuera. No había salida: el respiradero no permitía que pasara algo más de el que no fuera un brazo, y no había ventanas allí.
Recién en ese momento se percató del detalle. No habia ventanas!.

- Malditos hoteles paraguayos, maldijo.Lo que no sabía Tito Bustamante, oficinista devenido en agente secreto super entrenado al servicio del MOssad, era que el maldito hotel paraguayo, no era hotel, ni era paraguayo. Era maldito.

Continuará.

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